traslada a los lectores
importante historia.
¡NOS JUNTAMOS EN EL INFIERNO! 
Soy Jalapa GT agregó una foto nueva al álbum ESCRITORES DE MI JALAPA .
Jalapa (Jalapa).
4 de marzo a las 17:08 ·
Era el año de 1,930, y la pequeña villa de Mataquescuintla solo contaba con una carretera para comunicarse con la capital y aunque ya gozaba con servicio de correos, y telégrafos, a veces era necesario viajar personalmente a Guatemala y para obviar tiempo se tomaba un extravío que pasando por la aldea de San Paquizoy salía al lugar de Agua Caliente, ubicada en la ruta que hoy conforma la carretera el Atlántico.
El viaje se hacía a caballo y sorteando empinadas y pendientes su duración era de dos días bien ajetreados.
En esas circunstancias, José Arango sorteó todo aquel rosario de dificultades y una vez se encontró en un mesón localizado en lo que por ahora; constituye el parque Colón y sacudiéndose las partículas de polvo y desensillando su bestia se resolvió a pagarse un baño para relajarse en medio de un chorro que repiqueteaba desintegrándose en un tanque de uso colectivo, aunque en el ambiente se hacía notar la presencia del general Jorge Ubico, caracterizado por manifestaciones de respeto mutuo entre sus. Habitantes y garantizada por el patrullaje de la Policía. Montada, tentado por la atención de encontrarse solo en una Ciudad qué prometía un ambiente de deleite nocturno, se alejó unas cuadras del mesón y guiado por el alumbrado mortecino de un estanque se introdujo en su interior.
Como era la costumbre, se ubicó en el centro de la mesa y exigió al tabernero una botella de San Chomo, la bebida de moda en aquellos tiempos.
Entre trago y trago contemplaba la evolución de sus vecinos de mesa que poco a poco cedían en movimientos eufóricos. ¡Al fin fuereño! Veía con asombro como las mujeres en paños menores se le sentaban como moscas sobre las piernas y tamborileando los dedos sobre la mesa, reproducían el bajo de las canciones.
Al filo de la media noche, todavía incólume; se rascaba la cabeza, al ver como el grupo bohemío, salía apoyándose uno con otro, como sirviéndose de andamios para no desplomarse quedándose, únicamente uno de ellos perdido en el salón… presintiendo el cierre del negocio, esta vez Arango ya picado pidiendo tregua al tabernero se acercó al rezagado y pidierón otra botella.
Cuando vinierón a recordar, se encontraban en la calle y el desconocido le pidió aguardar un momento y en medio del ambiente brumoso Arango veía como su amigo circunstancial se internaba en otro estanque de la esquina, y sacaba más botellas en una noche que se habla vuelto interminable en medio de toda aquella confusión, si notaba Arango que, cuando el desconocido lo conminaba a empinarse otro trago y rozaba su mano con el crucifijo que oscilaba en su pecho velludo de inmediato retiraba la mano, como si su contacto le calcinara.. Dicha actitud, le hizo entrar en sospecha de que en aquel hombre había algún misterio no develado y pensó en grabarse para siempre con un flashazo de mente su fisonomía.
Alto, muy bien proporcionado, de cabello crespo, completamente trajeado de gris, sombrero Estetson, moreno claro, y una voz varonil que con su acento impactaba.
Al momento de estrecharle la mano para despedirse, le expresó algunas palabras que no por sencillas dejaron de seguir repercutiendo, colmo una grabación en su vida “Nos juntamos en el infierno”
Cuando los primeros rayos del sol anunciaron el alba, José Arango toreando soberana resaca hacia esfuerzos para, salir de un escollo ubicado en lo que posteriormente habría de conocerse corno puente de Belice, situado, en la zona seis, dándole gracias a Dios por haber escapado con vida de las garras del mero cachudo, puesto en el lugar donde horas antes entraba para abastecerse de más licor, no había más que zarzales aparrados en la orilla de grandes filincos.
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